Discurso del Lic. Sergio Sarlo

Independencia - Bicentenario

A principios del siglo XIX, España y Portugal dominaban la mayor parte del continente americano, mientras que Gran Bretaña conservaba el territorio de Canadá y se repartía con Francia, Holanda y Dinamarca, cierto número de pequeñas islas antillanas y de algunos establecimientos costeros. España poseía en América un enorme territorio cuya frontera norte estaba delimitada, aunque no de forma del todo precisa, por las provincias de Florida, Texas, Nuevo México y Alta California, mientras que por el sur llegaba hasta las tierras patagónicas.

Con respecto a la organización política, ese dominio estaba distribuido en cuatro virreinatos –México o Nueva España, Nueva Granada, Perú y Río de la Plata- y tres capitanías generales: Guatemala, Venezuela y Chile. También pertenecían a España las principales islas de las Antillas: Cuba, Puerto Rico y la mayor parte de Santo Domingo.

Las luchas de Independencia de las colonias latinoamericanas se encuadran en un comportamiento similar al de las revoluciones de Norteamérica y Francia que les precedieron, en cuanto a que surgieron del descontento de la sociedad en contra de los abusos del antiguo régimen, y porque fueron resultado de la influencia que las ideas de la Ilustración ejercieron sobre el sector social que encabezó los movimientos libertarios.

Pero había otros factores específicos, tanto internos como externos, que en América Latina actuaron como causa de los levantamientos armados en contra del dominio colonial.

Dentro de las causas internas de la Independencia, la desigualdad social, ocupó un lugar relevante. La organización social creada en América por españoles y portugueses se caracterizó por una marcada diferenciación social y un trato discriminatorio no sólo hacia indígenas y mestizos, sino incluso hacia los hijos de los ibéricos nacidos en las colonias, a quienes se clasificó como criollos para distinguirlos de los peninsulares nacidos en la Península Ibérica; estos últimos eran los que habían recibido en encomienda las tierras de la Corona, junto con indios para que las trabajaran, y los únicos que tenían acceso a los altos puestos en el gobierno y en la Iglesia Católica, mientras que a los criollos se les negaba la posibilidad de ocupar cargos públicos altos y se les privaba de los privilegios que tenían las personas nacidas en España o Portugal.

En orden jerárquico seguían los mestizos y las diferentes castas producto de las diversas mezclas raciales, que en realidad no tenían un lugar definido en la escala social y eran discriminados por una sociedad que ni siquiera los consideraba parte de ella, por lo que se fueron ubicando con cierta libertad en ciudades y pueblos donde trabajaban, en el mejor de los casos, como artesanos o en otros oficios menores.

En un nivel inferior de la escala social estaban los indios, considerados por los europeos casi como una propiedad adquirida junto con las tierras en encomienda, de manera que tenían características muy parecidas a las de siervo feudal en Europa, con la diferencia de que los indios eran catalogados y tratados como inferiores a los europeos, a pesar de las leyes establecidas por la metrópolis respectivas para protegerlos del mal trato.

Por último, estaban los esclavos negros trasladados a América desde África por traficantes portugueses, holandeses, ingleses y franceses, y cuyo trabajo se utilizaba principalmente en aquellas colonias donde no se pudo hacer uso extensivo de la mano de obra indígena, como fue el caso de Brasil.

Esta situación de fuertes desigualdades dio origen a movimientos independentistas desde períodos muy tempranos de la época colonial, que no tendrían éxito mientras fueran movimientos aislados y existiera una sólida administración de parte de la metrópoli.

Por otro lado, se dieron reformas administrativas de las autoridades coloniales tendientes a  reorganizar la estructura económica, con el propósito de obtener mayores ingresos de las colonias como así también la formación de una conciencia criolla enmancipadora, caracterizada por la convicción de construir un gobierno independiente en el que pudieran participar en la toma de decisiones.

Todos estos elementos fueron sustanciales para el logro de la Independencia.

Interesante en tanto paradojas existenciales, aún 200 años después. Me refiero a posiciones ideológicas que continuaron defendiendo la conveniencia de la dependencia, en especial del Imperio Británico y que en sus argumentos pretendieron mostrar la pertinencia de dicha situación de dependencia, mostrando la suerte corrida por Naciones tales como Sudáfrica, Australia, Fiji, entre otras.

En todo caso, demostraciones pragmáticas, que confrontadas con las concepciones Hegelianas de la dialéctica del amo y el esclavo, dejan al desnudo sus liminales intenciones.

Al estar en una comunidad de deseos, estamos en una comunidad de antagonismos, de enfrentamientos. Se trata de una lucha por ser reconocidos. La dialéctica del amo y el esclavo, es el resultado de una lucha donde una de las dos conciencias teme morir, la otra no. En la conciencia del esclavo el miedo a morir es más fuerte que el deseo de reconocimiento.

Morir es un hecho biológico, morir es un hecho de la naturaleza, ergo la conciencia que teme morir se animaliza, se hunde en la inhumanidad.

La historia será en Hegel la interacción de estas 2 figuras de amo y de esclavo.

Tendríamos que señalar que una sociedad, es una sociedad de existencias autónomas (amos) y de existencias dependientes (esclavos) y el esclavo trabaja para el amo entregando su libertad, en conclusión la opción de independencia o dependencia no es inocua, tiene sus instituyentes consecuencias.

En síntesis, si la lucha por la Independencia, es efecto de la desigualdad y la injusticia social, toda sociedad con pretensiones de una vida feliz y saludable requiere de autonomía en la toma de decisiones, necesita independencia.

Para cerrar, quería compartir con uds. algunos de los resultados recientemente socializados de una investigación en Harvard sostenida durante 75 años. Se estudiaron dos grupos de adolescentes, la mitad perteneciente a jóvenes estudiantes universitarios, y el otro grupo jóvenes pertenecientes a barrios bajos de Boston.

La interpelación central fue pensar qué requerían y qué sentían que era necesario lograr para acceder una vida feliz y saludable. El 80% de los 724 jóvenes estudiados respondieron: dinero y fama. Este estudio fue iniciado en la década de 1930.

Hoy, 75 años después, sólo sobreviven 60 personas de las 724 iniciales y, de ellos, los que han alcanzado longevidad y calidad de vida no fue precisamente ni por dinero ni fama.

Robert Waldinger, cuarto director de la investigación, afirma que: “las conexiones sociales nos hacen bien y la soledad mata, resulta que las personas con más vínculos sociales con la familia, los amigos y la comunidad son más felices, más sanos y viven más que las personas menos conectadas, que la soledad es tóxica, que el lugar de la calidad del vínculo con apego y seguridad da protección”. Sabidurías tan viejas como el tiempo, pero difíciles de entender y fáciles de ignorar.

Por consiguiente, la Independencia, autonomía y emancipación hacen a nuestro bienestar, a nuestra libertad y a nuestra dignidad.

¡Viva la Patria!