Nunca es tarde para terminar el Secundario
Dos testimonios del Bachillerato para Adultos
Compartimos dos testimonios de personas adultas en los que cuentan cómo decidieron anotarse y terminar sus estudios secundarios en el Bachillerato para Adultos del Colegio Ward (BGA).
Cuidar también es dar esperanzas
Hola, mi nombre es Valeria Ruscio, tengo treinta y nueve años, estoy casada hace casi veintiuno y además, tengo dos hermosas hijas de veinte y casi dieciséis años.
Cuando era adolescente comencé el Secundario como cualquier chica de mi edad, lamentablemente para mis papás era muy rebelde y lo que menos hacía era estudiar, en conclusión abandoné. Más adelante me casé y formé mi familia, pero siempre me quedó una cuenta pendiente: “hacer el Secundario”. Pero nunca era el momento ideal, los hijos chicos, la casa, dedicarse a ellas y mil cosas más que como adulta debía afrontar.
Hace unos cinco años atrás esa idea pendiente se hizo presente con más fuerza porque aquellos impedimentos se habían resuelto, mi vida estaba organizada. Pero siempre había un nuevo pero… hasta que este año llamé al Colegio para averiguar, se lo comenté a mi marido y comenzó a alentarme, como le es propio, repitiéndome que yo podía y que era capaz de lograrlo.
Pasaron los días y en una ocasión lo acompañé a hacer un trámite rápido, vestida muy de entrecasa y totalmente desprevenida. Cuando volvíamos a casa, mi marido tomó por otro camino y frenó en la puerta del Colegio. Me dijo: “es ahora, bajate y averiguá personalmente”.
En un primer momento me sentí desubicada, observada y rodeada de adolescentes que podrían ser mis hijos. Todas estas inquietudes se aquietaron cuando conversé con Valeria Lencinas, Directora del BGA, quién me tranquilizó respondiendo todas mis dudas y me alentó para que lo intentara. Entonces me animé, finalmente me había inscripto.
La reacción de la familia me sorprendió, mis hijas me hicieron prácticamente una fiesta, mis hermanos, cuñadas y sobrinos me alentaron muchísimo con mucho cariño. Mi amiga del alma, entre bromas y risas, me apuntala todo el tiempo. Mención especial para mis papás, porque la alegría que ví en sus ojos fue impagable para mí, es que yo siento que se los debo.
Y así arranqué, al principio tímida e insegura por seguir el ritmo de adolescentes. En el aula somos cuatro adultos quienes no sólo tenemos buena onda sino que también nos ayudamos constantemente. Con los otros compañeros está todo bien, algunos más reservados que otros respecto a nosotras pero todos nos demuestran absoluto respeto.
Poco tiempo después comenzaron las pruebas y con ellas los miedos: “Ya estoy grande, no voy a poder…” y pude. Hasta ahora pude con todo gracias a mis hijas que ayudan en la casa, mis seres queridos festejan cada buena nota conseguida. Mi esposo, ese ser maravilloso que me empujó a esta aventura, cocina tres veces por semana al menos para que no tenga esa tarea que cumplir y así dedicarme a la escuela y como si fuera poco, mi papá (creyendo que todavía soy su nena) me dice : ” ¡Ojo, a mí que no me llamen del Colegio porque te mandaste alguna!”.
Hoy estoy feliz con la decisión que tomé, el camino recién comienza, mis sueños no terminan acá, tienen largo plazo, quiero comenzar la facultad. No sé si podré lograrlo pero estoy segura del apoyo de directivos, profesores, compañeros, gente conocida y principalmente mi familia. Ellos lograrán que lo siga intentando, porque se puede, porque me hace bien y si yo estoy feliz, los que me quieren también lo están, porque me cuidan…
Valeria
Me llamo Liliana Gallardo y tengo 53 años
Me llamo Liliana Gallardo y tengo 53 años. Cuando terminé 7º grado, a pesar de mi deseo de continuar estudiando, no ingresé a la Escuela Secundaria porque la situación económica de mi casa no lo permitía, había que trabajar.
Fueron pasando los años y con éstos surgían otras responsabilidades que demandaban toda mi atención. Era la vida que fluía. Siempre sentí que mi casa y mis hijos eran lo más importante. Soy muy madraza y muy ama de casa, por lo tanto la idea del estudio se iba postergado más. Pero estaba latente.
Este año, cuando faltaba una semana para el comienzo de las clases, llamé para averiguar cómo era el sistema y qué requisitos se necesitaban. Mientras tanto me iba cuestionando qué me dirían con esta edad, qué iban a pensar, etc. Atendió mi llamada Jorge, el Preceptor, quien me transmitió confianza y seguridad durante la conversación. Eso me animó y tomé la decisión, por supuesto lo conversé con mi familia que me apoyó de inmediato.
Mis hijos, que son buenos alumnos, e incluso mi hija, que es abanderada, me ayudan y me explican. ¡Qué sorprendente es que los hijos les enseñen a los padres!
El primer día de clase me llamó la atención la cantidad de adolescentes que había, teniendo en cuenta que es un Bachillerato para Adultos. Pero esto fue bueno para mí porque ellos transmiten energía y representan el futuro.
Todo lo estoy viviendo desde la alegría y mi familia recibe mi felicidad.
Lili