Día de la Educación Metodista en Argentina
Pensar la educación metodista como una propuesta para vivir y actuar de otra manera
El 28 de mayo se celebra el Día de la Educación Metodista en Argentina en recuerdo de la fundación del Centro Educativo Latinoamericano de la ciudad de Rosario (1875), por las misioneras estadounidenses Louise Denning y Jennie Chapin, convocadas por el pastor metodista Thomas Wood.
Mayo también es un mes especial para el metodismo a nivel mundial, ya que el día 24 se celebra el Día del Metodismo, en memoria de la experiencia de fe vivida en 1738 por el pastor John Wesley, ministro de la Iglesia Anglicana y fundador del movimiento.
Desde su origen, el metodismo consideró clave a la educación. Compartimos aquí un artículo del Mg. Marcos Rochietti, Secretario Ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Instituciones Metodistas de Educación (ALAIME) donde reflexiona sobre la educación desde una perspectiva metodista.
24 de mayo del 2015
DÍA DEL METODISMO
El desafío de pensar la educación metodista como una propuesta
Para vivir y actuar de otra manera
Por Mgter. Marcos Rocchietti
Secretario Ejecutivo de ALAIME
“No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino que transformémonos por la renovación de nuestra mente. Así sabrán ver cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que agrada, lo que es perfecto” (Romanos 12: 2)
"La historia de los hermanos Wesley no terminó con sus muertes. Su influencia... (Hoy los metodistas) totalizan alrededor de 25 millones de miembros alrededor del mundo, pero también en incontables vidas transformadas por los hospitales, las escuelas, los orfelinatos, la obra carcelaria y otras expresiones tangibles de la santidad metodista" (Tom Oden)
Una de las características más sobresalientes de la Iglesia Metodista, tanto a nivel mundial como latinoamericano, es su marcado interés por la educación.
Desde el origen histórico del movimiento metodista en Inglaterra en el siglo XVIII y bajo la inspiración de Juan Wesley, los metodistas se comprometieron activamente en el establecimiento y desarrollo de escuelas primarias, en un principio.
Juan Wesley proponía que los metodistas debían “… enseñar a los niños más pobres a leer, escribir y hacer cuentas, pero especialmente a conocer a Dios y a Jesucristo”.
Para Wesley la educación no solamente debía ser sólida, profunda y consistente, sino también debía responder a las demandas de la sociedad de su tiempo. En su abundante producción bibliográfica (especialmente en sus cartas) argumentó a favor de diferentes niveles de educación, preocupado por alcanzar a las clases populares y acostumbraba cuestionar la validez del saber académico que no tenía en cuenta la propia existencia humana y los problemas de la humanidad.
Por esa razón, predicó el Evangelio en las bocas de entrada a las minas de carbón, a los hombres, mujeres y niños que entraban a trabajar extensísimas jornadas, en condiciones infrahumanas. Por eso, predicó en las calles, en plazas y mercados, en los hospitales y en las cárceles. Una incipiente propuesta de educación no formal.
Hubo en la propuesta educativa wesleyana dos dimensiones:
- La atención y cuidado de aquellos más desprotegidos y desgraciados de la sociedad de aquel entonces, mediante la obra de la Escuela Dominical, que se organizó para que los niños que trabajaban 16 o 18 horas diarias en las minas, pudieran aprender a leer y a escribir, porque les era imposible asistir a la escuela.
- La instalación de escuelas formales, siendo la primera de ellas Kingswood (1746), una escuela para varones comprendidos entre los 6 y los 12 años de edad.
No fue su intención oponer o confrontar dos niveles de conocimiento: el saber académico y el saber popular, sino que para él lo más importante era “unir conocimiento y piedad”. La educación para Wesley es sobretodo un acto de amor. “Sin amor, todo aprendizaje es apenas ignorancia espléndida”.
La tolerancia, la piedad, el estudio y la justicia fueron los pilares de su propuesta pedagógica. Concebía a la educación como un medio para el rescate de la persona, colocando al hombre y a la mujer en el camino de la santidad.
En esa perspectiva la educación y la evangelización son tareas que se relacionan dialécticamente en forma permanente. La Iglesia evangeliza a las instituciones educativas, y éstas educan a la Iglesia.
Si bien cada institución educativa metodista tiene su propio perfil y se rige de acuerdo a las normativas jurídicas de su país, TODAS, donde quiera de encuentren ubicadas, fundamentan su accionar en principios cristianos de vida, detentan una cosmovisión cristiana del mundo y del ser humano y declaran su compromiso con la búsqueda de mejores condiciones de vida para todos los integrantes de la sociedad, sin exclusión de ningún tipo
Los documentos educativos de la Iglesia Metodista establecen que la misión educadora de la Iglesia es expresión de su compromiso evangelizador, lo que significa promover entre todos los integrantes de la comunidad de aprendizaje (alumnos, padres, madres, docentes y funcionarios):
UN ENCUENTRO PROFUNDO Y GENUINO CON JESUCRISTO,
EN UN PROCESO DE FORMACIÒN PERMANENTE
Esta afirmación involucra la necesidad de convocar a otros a un encuentro de fe, que conlleva el enriquecimiento y fortalecimiento de la vivencia de esa fe, a través de la participación en la vida y misión de la comunidad cristiana. Significa además estimular y desarrollar un proceso de formación permanente, tanto de la persona como de su comunidad, para el cumplimiento del compromiso evangelizador de “hacer discípulos”. [i]
Las instituciones educativas metodistas a lo largo y a lo ancho de nuestra América Latina se identifican como confesantes, porque el ser confesante es asumir el compromiso de declarar a Jesucristo como Salvador, Señor y Liberador. [ii]
Y esta confesión permea la totalidad de la vida institucional, y no solamente el ámbito de la clase de religión, es decir: la elaboración y el establecimiento de políticas y estrategias educativas, la realización de planes y proyectos, el ejercicio de la docencia, la puesta en práctica de actividades, la acción administrativa y gerencial. Toda la vida y el trabajo de la institución tienen que ser mirados desde una perspectiva confesante. [iii]
UNA EDUCACIÓN DIGNIFICANTE Y HUMANIZADORA.
Si la evangelización es un compromiso con la búsqueda de una persona nueva y de una sociedad nueva a la luz del Reino de Dios, la educación metodista debe necesariamente reunir las siguientes características:
- Priorizar los valores de vida cristiana.
- Promover un profundo compromiso con el Reino de Dios.
- Realizar un uso ético y humanizador de la tecnología al servicio del hombre y la mujer, y no en desmedro de su dignidad y su calidad de vida.
- Estar comprometida con la justicia, la dignidad de la vida y la solidaridad, por lo tanto debe velar por la construcción de una ciudadanía plena.
- Desarrollar modelos de convivencia democrática.
- Promover metodologías de trabajo participativas y creativas.
- Determinar las acciones concretas para ser percibidos como Institución Metodista.
- La Educación Metodista debe confrontar a las personas y sus comunidades a la lectura crítica de la realidad, y asumir con esperanza el desafío de transformar las situaciones de injusticia, personales y sociales. [iv]
Junto con estas características deben conjugarse las aspiraciones de una constante actualización en el área científico – tecnológico, a partir de los nuevos paradigmas, el cultivo de la sensibilidad y la creatividad para la integración de los nuevos modelos sociales emergentes, adoptar una postura crítica que permita sostener el valor de lo humano y sus derechos por encima de todo otro valor, trabajar la innovación educativa como ruptura paradigmática.
Porque sólo una educación que promueva la libertad de pensamiento, el espíritu crítico, la coparticipación, la solidaridad, podrá alentar en sus docentes y educandos la meta de una sociedad más justa y solidaria donde la discriminación, la exclusión, la violencia y la pobreza, no sigan destruyendo al ser humano en su dignidad y calidad de vida, como hija, hijo de Dios. [v]
DESAFÍOS PARA EL TIEMPO POR VENIR
¿Una propuesta educativa para pensar, vivir y actuar de otra manera?
Sí, y es posible en la medida en que hagamos nuestro el mensaje del Evangelio.
Sí, en la medida en que podamos discernir el mensaje de Cristo en diálogo con las demandas de un contexto cambiante en lo socioeconómico, cultural, político y ético.
Este contexto nos confronta ineludiblemente con nuevos escenarios, nuevas lecturas filosóficas, teológicas, pedagógicas, así como nuevas oportunidades científicas y tecnológicas, en un mundo globalizado.
¿Una propuesta educativa para pensar, vivir y actuar de otra manera?
Si, es posible, en la medida en que le demos un nuevo sentido a nuestra propia vida.
Y que esa vida esté rebosante de esperanza. La esperanza de que “vale la pena vivir la vida, de que merece vivirla para otro, porque el otro espera algo de mí y yo puedo responder a esa espera, o, mejor aún, rebasarla. Lo consigo al hacerle la vida menos cruel, más justa, más libre, pero también más tierna…” porque “el sentido del otro y de las generaciones futuras, las que respirarán después de nosotros, es nuestra única oportunidad”. [vi]
Referencias bibliográficas:
[i] ROCCHIETTI, Marcos, “Síntesis de la visión educativa de la IMU”, Montevideo, noviembre 2008.
[ii] Estatutos de ALAIME, pag. 12.
[iii] ROCCHIETTI, Marcos, “Pluralidad religiosa y ciudadanía”, Montevideo, 2008.
[iv] ROCCHIETTI, Marcos, Op. Cit. “Síntesis…
[v] ROCCHIETTI, Marcos, Op. Cit
[vi] GRONDIN, Jean, “El sentido de la vida”, Barcelona, Herder, 2005.